MBURICAO - GRUPO GENERACIÓN

José Asunción Flores -nacido en Asunción, barrio Chacarita, el 27 de agosto de 1904- había consolidado, a fines de década de 1920, la Guarania, una forma musical que expresa con mayor precisión el espíritu nostálgico de nuestro pueblo. Jejuí, Kerasy Arribeño resay, Ñasaindýpe, India, Panambi vera y otras composiciones testimonian que el esquivo camino que buscaba el joven músico ya no formaba parte de una quimera.
Flores cumplía con sus obligaciones en la Banda de Policía, estudiaba, componía vigorosamente, actuaba en algunos lugares nocturnos de la época y también se entregaba a la bohemia. Su violín le acompañaba en las serenatas. Mombyry mbyry ohómiva. Solía ir lejos a actuar con sus amigos.

Una madrugada -o quizás ya había amanecido-, José Asunción volvía de una farra, cansado y con sueño. Hacía calor. Era en verano tal vez. Cerca de la Recoleta, se detuvo a orillas del arroyo MBURIKAO -su significado tal vez sea mburika róga, apocopado, así como Tupâo, Tupâ róga. Algunos sostienen que era el cauce preferido de las mulas que estiraban los carritos de Asunción-, que entonces corría claro y transparente.

"Añeno niko pe yvyku’i morotî ári. Che pykue oike pe ýpe. Ahecha pe sauce rakâ ojeroky. Pe kirîrî apytépe ahendu ysyry ñe’ê (Me acosté sobre la arena clara. Mis pies tocaban el agua. Ante mis ojos, bailaban las hojas del sauce. En medio del silencio, escuché la voz del arroyuelo)", le contó una vez a su amigo VÍCTOR MONTÓRFANO (Asunción, 1909-1974), poeta que desde el inicio de sus sueños le había acompañado. "Pe y icristalina asy. Ha añandu guyrakuéra ñe’ê, yvágape aî ramo guáicha (El agua era límpida. Sentí el canto de los pájaros, como si hubiese estado en el Paraíso)", le siguió contando, según recuerda el músico OSVALDO BENÍTEZ MONTÓRFANO PERIS, MONPER, hijo del poeta, en base a cuyo testimonio se elabora este relato.

Un rato después, en medio de esa maravilla que su sensibilidad de artista captaba, quedó profundamente dormido. Un perro anónimo, como para cuidarlo, se ubicó junto a él. En sueños, Flores tuvo lo que llamó "una anunciación". Estaba en medio de un bosque donde plantas, animales y hombres vivían en armonía. No había conflictos entre ellos, a pesar de ser diferentes.

Unos minutos después, molestado por algo que le clavaba en la espalda, se despertó. Y halló que una rama puntiaguda era la que le había cortado su paseo en ese reino encantado. El can -a cuyos congéneres amó entrañablemente-, como habiendo cumplido su misión, se retiró. Cuando se levantó y se sacudió el polvo, con los pies todavía húmedos, en su mente, ya se deslizaban los primeros compases de su guarania MBURIKAO.

La melodía cobró cuerpo y el arroyo desplazó su voz en los instrumentos que le daban una nueva y extraña vida. Su belleza provocaba asombro y embelezo. Nota a nota, aquella vivencia casual encontraba en las notas el molde adecuado para volverse perpetua. No tuvo letra durante mucho tiempo.

-Nde, Flores: ajerureséngo ndéve con todo respeto peteî mba’e (Flores, con todo respeto, quiero pedirte una cosa)-, le dijo una vez VÍCTOR MONTÓRFANO, como firmaba el autor, cuyo nombre completo era, en realidad, VÍCTOR BENÍTEZ MONTÓRFANO.

-Chamígo Vítor (así le llamaba José Asunción), mba’e piko reipotami. Ere katu chéve (Víctor, mi amigo: dime lo que quieres)-.

-Aipota re’autoriza chéve la letra de Mburikao (Quiero que me autorices a hacer la letra de MBURIKAO-.

-La nde rejapóvango oî porâmanteva’erâ (Lo tuyo tiene que estar indudablemente bien)-, le replicó el maestro.

Su amigo, el poeta, le traía ya la copia de su poema. Con la autorización que le otorgaba, letra y música convivirían, para ser solo una, ya que las palabras concordaban con lo que José Asunción Flores le había relatado a Víctor Montórfano. Flores reposa hoy a la vera del cauce que le inspirara. Dormido pero a la vez despierto, recrea incesantemente su obra.

El poeta FÉLIX DE GUARANIA, en el diario Ultima hora, en presencia de GILBERTO RIVAROLA y FRANCISCO BRITOS, relató otra versión del nacimiento de la idea de crear MBURIKAO. Dijo que el propio Flores le había dado otra explicación.

Unos cachorrillos fumaban a escondidas a orillas del arroyo MBURIKAO. Era un jepita jere. Vino la policía y cada quien se refugió donde pudo. José Asunción se escondió y quedó dormido. En sueños vio que de un helecho humeante salían unos indígenas. Al despertarse, mentalmente, comenzó a delinear la melodía de lo que sería el poema sinfónico MBURIKAO.

La composición está dedicada a JOSÉ DE LA CRUZ FRANCO. En esa misma conversación, GILBERTO RIVAROLA recordó que, pasando José Asunción por cerca de La Recoleta veía abierta una farmacia en la que siempre había gente de condición humilde. Preguntó por qué. Le contestaron que el dueño era muy generoso y repartía medicamentos gratis. El artista, admirado por esa actitud de generosidad, le dedicó su obra sin conocerlo personalmente. Así de grande era su corazón.

Fuentes: Osvaldo Montórfano Peris, Monper, Félix de Guarania y Gilberto Rivarola
Tomado de Portal Guaraní


Acá la magistral interpretación del Grupo Generación: