Quemil Yambay: “Vine para ser jugador de Cerro, me rechazaron y me dediqué a la música”

El ídolo de la música paraguaya cumple 54 años recorriendo escenarios. Nos habla de sus comienzos y anécdotas, de su relación con Luis Alberto del Paraná y de las cosas increíbles que vivió.

- ¿A qué edad empezaste a cantar?

- Empecé a los 21 años. Ahora ya tengo 75. Son 54 años recorriendo escenarios. Ya es mucho.

- Pero seguís con mucha energía.

- A la pinta, las ganas nunca faltan. Y lugares donde actuar también. La gente me quiere mucho, estoy muy feliz por eso. Cada vez que salimos, todo el camino la gente bocina para saludar (su minibús tiene su nombre).

- ¿Te acordás cómo comenzaste?

- Esa es una larga historia. Empiezo ahora y en cinco días te voy a seguir contando cómo fue. Jajaja... Yo jugaba bien al fútbol en mi valle, en Alfonso Tranquera. De ahí me trajeron a Cerro Porteño, cuando tenía 17 años. Pero no quedé porque me detectaron miopía. El doctor del club, de apellido Campuzano, me inspeccionó, me hizo todas esas pruebas de leer letras grandes y chicas... Al final, me tocó y me dijo: “Tenés que usar lente mi hijo. Lastimosamente no vas a poder jugar al fútbol porque tenés miopía”. Fui otra vez a trabajar en la chacra. Cuatro años después me animé a salir para hacer plata con la música.

- ¿Dónde te fuiste?

- Cuando eso teníamos la noticia de que se estaba haciendo el puente en Puerto Presidente Stroessner. Nos fuimos para hacer plata allá. Llegamos en tres días. No había ruta, eran picadas, entre montes y montes. Había tractores que ayudaban a pasar, porque el “mixto” de pasajeros se empantanaba.

- ¿Y les fue bien ?

- Sí, juntamos buenas propinas. Era la época del lampiún. No había luz eléctrica.

- ¿Cuando eso ya estabas con Los Alfonsinos?

- Siempre me preguntan por Los Alfonsinos. Empezamos juntos con el conjunto. Sus integrantes fueron cambiando con el tiempo. Esto empezamos con dos chicos: Pablo Barrios, de Alfonso Tranquera y el arpista Ireneo Rotela, de Mbocayaty del Yhaguy. Antes estaba con nosotros el chico Francisco Iglesias, tenía 10 años, pero le llevó el monseñor Aquino al seminario. El nombre nació sobre el puente del arroyo Yhaguy. Ahí dijimos que al conjunto le teníamos que poner un nombre. “Los caminantes”, dijo uno, porque después de buscar para nuestro arpista caminamos más de 30 kilómetros. Le dije a Pablo, está nuestro compueblano, el bajista Ortega y el acordeonista Martínez. Ellos son de Alfonso Loma, ustedes de Alfonso Central y yo soy de Alfonso Tranquera. ¿Por qué no le llamamos Los Alfonsinos?, le dije. Tiramos una caja de fósforo, un lado era fuego y el otro bandera. Si caía fuego se iba a llamar Los caminantes y se caía del lado de la bandera Los Alfonsinos. Gané yo y quedó ese nombre.

- ¿Cómo aprendiste a imitar a los animales?

- Eso aprendí de criatura. Muchos me preguntan cómo se aprende, cómo se puede hacer. Creo que no hay una escuela para eso.

- Es un don...

- Y debe ser. Yo desde que me siento me acuerdo que buscaba sacar el sonido de todos los animales que escuchaba. Repetía hasta que me salga.

- Entonces primero fuiste imitador de animales y después músico.

- Sí, así fue. La imitación de sonidos de animales pude usar después para acompañar a la música.

- Esa es una gran ventaja que vos tenés, debe ser uno de los detalles que te mantienen bien vigentes, porque hasta a las criaturas les entretiene tu imitación.

- Sí. Afortunadamente es una ventaja. Yo hago show, toda la familia se entretiene. Siempre incluí el humor con las imitaciones y la música en las actuaciones.

- ¿Qué anécdotas te dejó esto de las imitaciones?

- Me permitió conocer al Papa cuando vino al Paraguay. El monseñor Aquino me llevó junto a él. Le dijo al papa Juan Pablo II que yo imito a todos los animales. Me pidió si podía hacerle una demostración. Empecé a hacerle de todo, hasta al jagua maricón le imité. Le gustó mucho. Y yo nunca me olvido también de que el Papa esa vez estuvo descansando sin bañarse, seguramente. “Parece que al Papa se le terminó su Polyana le dije al monseñor y se rió conmigo”. Años después, monseñor Aquino se fue a Roma y el Papa le dio un pergamino para mí. Me contó que se acordó del hombre que le hizo reír en Paraguay. Ahí está en la pared el recuerdo.

- Luis Alberto del Paraná era muy amigo tuyo también.

- Paraná vivía en Europa, llegaba a Paraguay y venía directo acá a mi casa. Después se iba junto a Juan Bernabé Apodaca, de radio Comuneros, porque él le había ayudado en sus comienzos. Jugábamos partiditos. Era muy malo en la cancha, entraba a completar el equipo nomás jajaja...




Fuente: Cronica

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